Las personas artesanas que producen la fibra natural tienen sentimientos encontrados debido a este auge.
Esta historia fue publicada originalmente por Global Press Journal.
Cardonal, Hidalgo, 28 de septiembre (GlobalPress).–Plácido Paloma pone una penca de maguey sobre un leño y la raspa con un cuchillo largo y ancho. El rostro y los brazos se le tensan, pero talla con la eficiencia y la delicadeza suficientes para quitar la pulpa verde de la planta de maguey, un tipo de agave, y dejar a la vista un conjunto de fibras blancas conocidas como ixtle.
Paloma se siente orgulloso de su trabajo. Es integrante del grupo Wäda, un colectivo de 14 personas artesanas del pueblo de Cardonal, Hidalgo, en el centro de México, que desde 2013 trabaja para preservar el idioma, las tradiciones y los conocimientos ancestrales del pueblo hñahñu, el quinto grupo indígena más grande del país.
Desde la época prehispánica, los hñahñu, también conocidos como otomíes, han poblado el Valle del Mezquital, al norte de la Ciudad de México, y han aprovechado el ixtle para hacer bolsas, cepillos, ropa y otros artículos. El grupo también toma su nombre de la planta: “wäda” significa maguey en la lengua hñahñu.
Los productos de ixtle eran comunes en todo México hasta mediados del siglo XX. No obstante, a partir de la década de 1970, el ixtle dejó de estar de moda y fue reemplazado por productos plásticos, cuya producción era menos costosa. Pero ahora, el ixtle está de vuelta como una alternativa ecológica al plástico, sobre todo después del éxito que han tenido las iniciativas locales para prohibir las bolsas de plástico desechables en al menos 23 estados mexicanos en los últimos años. En la Ciudad de México, esta prohibición entró en vigor el año pasado.
“Las bolsas de ixtle pueden ayudar a sustituir a las de plástico como se usaba antes”, señala Raúl Zárate, vendedor de productos sustentables en el Estado de México.
Sin embargo, para integrantes del grupo Wäda, la renovada popularidad del ixtle ha planteado nuevos retos. Por ejemplo, hace poco, el representante de una importante empresa nacional se acercó al grupo para pedir 8 mil bolsas de ixtle, dice Antonia Doñú, quien forma parte del colectivo.
“Dijimos que no, nuestra producción no es industrial. Para realizar un pedido de ese volumen, tendríamos que sobreexplotar la tierra”, explica Doñú.
En lugar de expandirse para satisfacer la demanda del mercado, el grupo Wäda trabaja de acuerdo con lo que el medio ambiente permite. Por lo general, una planta de maguey tarda de ocho a 15 años en madurar lo suficiente para poder extraer el ixtle, y la cantidad que puede sacarse del maguey de forma sostenible determina cuántos artículos se pueden elaborar. Con estas limitaciones, no es posible que el ixtle sea un sustituto absoluto de las bolsas de plástico, al menos no en un corto plazo.
Esta tensión destaca una contradicción en el centro del movimiento a favor de los productos sustentables, dice Lissete Montealegre, residente de la Ciudad de México y propietaria de una tienda de basura cero (zero waste) que vende productos de ixtle.
“El movimiento zero waste sí ha tenido mucho que ver con el rescate de materiales y fibras naturales, pero siento que es un tema que tiene dos caras: por un lado estamos apoyando su rescate, pero por otro, su explotación”, asegura Montealegre.
Montealegre expresa que siempre les da prioridad a las personas artesanas antes que a la clientela. Al hacer los pedidos, les pregunta si la solicitud del cliente es viable, y trata de educar a quienes compran y establecer expectativas realistas sobre la rapidez con la que se pueden fabricar y entregar los productos. Usualmente, los pedidos grandes con plazos de entrega muy cortos no se adaptan a este marco de trabajo sustentable, explica Montealegre. Formar parte del movimiento de basura cero significa dar prioridad al medio ambiente por encima de las oportunidades.
Para preservar sus tradiciones de forma sostenible, el grupo Wäda y otras personas artesanas independientes trabajan en conjunto con la Secretaría de Cultura de Hidalgo que ha aportado recursos económicos y apoyos para promocionar su trabajo. En 2018, con asesoría y gestión de diversas fundaciones, el grupo Wäda abrió un taller y un espacio de exhibición en Cardonal, donde llevan a cabo clases y eventos para la promoción y divulgación de su conocimiento y costumbres. Antes de la pandemia, las personas artesanas de la región también colaboraban con la Secretaría de Cultura en la organización de eventos públicos y muestras en Hidalgo y en otras zonas del país, donde exponían sus tradiciones y productos.
“El pueblo otomí de Hidalgo del Valle del Mezquital habita una zona semiárida. Ellos representan la gran adaptabilidad, y uno de los grandes elementos con los que han sobrevivido es el maguey, que es una planta sagrada para ellos”, afirma Raúl Guerrero, coordinador del programa de patrimonio de la UNESCO en la Secretaría de Cultura de Hidalgo.
Esas formas de adaptabilidad y de ingenio ofrecen una lección para toda la comunidad, dice Paloma, incluso si el ixtle no se puede producir a escala industrial. “Es necesario transmitir nuestros saberes sobre el maguey y las artesanías”.
NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN
Aída Carrazco, GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.
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